Manual de poeta #6 (o la duda del dado)

POIESIS significa algo así como “Creación”. El pensamiento poético es nada más ni nada menos que la capacidad de crear que tenemos los humanos. Esa capacidad de descubrir que las cosas pueden servir para otras cosas. Descubrir, por ejemplo, que una piedra puede servir como martillo o que una mesita dada vuelta puede servir de bote. Y ojo: que ni la piedra es un hecho poético cuando es martillo, ni la mesita es poética cuando se hace bote. Son un hecho poético cuando se los imagina como tales. Porque el hecho poético ocurriría independientemente de si la mesita está en el agua y se la usa en un naufragio, o si está en el medio de nuestra habitación de niño y en las baldosas hay un mar plagado de pirañas.
O sea: crear es resignificar. Toda la creación no es más que eso: una resignificación de las cosas. Las cosas están todas dadas. Nada se pierde, todo se transforma. Crear no es más que mezclar y dar de nuevo. Es arrojar los dados y dejarse sorprender por los resultados. Arrojarlos, pero con fuerza. Como para que los números y sus relaciones lógicas se pierdan en la distancia. Crear es ver esos dados caídos al final del tablero, medio chuecos, medio mezclados. Pero el acto creativo no empieza cuando los dados están ya en su nuevo estado de reposo post arrojamiento. El acto creativo empieza, cuando se arrojaron los dados (tal vez cuando se tuvo la intención de arrojarlos o incluso cuando se buscaron los elementos que componen el juego), y se desarrolla cuando los dados están aún en el aire. Cuando aún no podemos determinar los resultados finales.
Es como un paso de baile. Como una coreografía impecable: El crupier toma los dados, los pone en el cubilete, luego sacude el cubilete mientras imagina las cosas que se podría comprar si alguna vez fuese él quien ganara en el casino. Y cuando ya nada de esto le importa, es decir, cuando el crupier percibe que el resto de los apostadores lo empiezan a mirar con desconfianza, en ese momento, el crupier arroja los dados. Lo hace con extrema delicadeza, pero con temperamento. Como para volver a marcar su autoridad. Y entonces, entre el momento en que los dados salen expulsados del cubilete y giran decenas de veces por el aire, con esos movimientos azarosos (casi todo en este juego es azar, casi todo en la poética es azar. El azar no existe.), entre el momento en que el cubilete vomita los dados y los dados realizan estos movimientos cuasi perpléjicos: ocurre todo. Es el cenit de la creación. La diástole del alma de la obra.  Y ahí mismo ocurre el apogeo, es decir, el momento máximo, pero a la vez el inicio del fin. Un final que será determinado por el azar. Y habrá azar porque el movimiento de los dados sobre si mismos, es completamente errático. Pero también hay certezas: los dados caerán y lo harán realizando un movimiento parabólico. Y a pesar de que casi nadie se pregunte por qué estos dos movimientos: el errático y el certero, generan igualmente azar: los dados caen. Se estrellan contra el tablero salpicando de expectativas para todos lados. Porque incluso luego del contacto con la mesa, los dados siguen la coreografía que inició el crupier cuando tomó los dados, y que finalizará cuando las leyes de la física dispongan que los cubitos rodeados de puntos de colores, se dejen de mover.
En la poética ocurre algo similar.


Manual de poeta #6,
(la duda del dado)
Sebastián Zaiper Barrasa
más manuales de poeta acá


Sumate al Taller de Creatividad Literaria ON-LINE
(lunes 19:00, miércoles 19:00, viernes 10:00)
consultanos por BECAS



CREAR nos hace crecer como individuos
COMPARTIR nos hace crecer como cultura


Comentarios