Manual de poeta #38

Imaginate un mundo en el que las cosas concretas sean metáforas. Es decir que en vez de estrellas habría realmente pabilos encendidos en el cielo, y en vez de cielo habría un manto azul, que el sol iluminaría durante el día porque es un farol y a la vez el dios del fuego, y que la luna sería un plato de plata y una horma de queso y una mujer endiosada hasta el cansancio.
Imaginate un mundo así, en el que nada fuera realmente lo que es sino todas sus posibles abstracciones, sus asociaciones libres, sus múltiples sentidos.
No sé si un mundo así fuera posible. Lo que sí se es que sería asombrosamente complejo. El mar sería plateado o dorado o azul según la hora, y ese azul sería celeste, como el rojo del fuego es en realidad anaranjado. Las lágrimas serían en verdad gotas de sal, y las gotas de sal existirían, pero a la vez se metaforizarían con otra cosa que también sería algo concreto. Muy complejo todo, pero así sería.

En un mundo así, se harían imposibles los poetas. Serían como cronistas literales de la realidad. Y como no habría poetas, tampoco habría creación, y entonces los monos jamás se hubiesen convertido en homo sapiens (aunque convertirse sea también una metáfora). Entonces no somos humanos por nuestra capacidad de razonar, ni por nuestro pensamiento analítico. No somos humanos siquiera por nuestra conciencia de esto. Somos humanos porque tenemos la capacidad poética. Porque podemos re-significar. Porque podemos transformar lo que no es en ser.

No sé si un mundo así fuera posible. Lo que sí se es que no tendría sentido. Ni sentido. Ni sentido.

Manual de poeta #38,
Sebastián Zaiper Barrasa
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