Manual de poeta #1 (por Sebastián Zaiper Barrasa)
Para empezar a crear tenés que dejar tu cabeza a un costado. Ponela en la mesita de luz y que te observe mientras revolvés y rascás y encontrás la semilla de tu obra. Y si, para no aburrirse, tu cabeza intenta criticarte el embutido, decile que se calle, ponela al lado de la ventana y que se conforme con escuchar los pajaritos (para eso le dejaste las orejas). Que se ocupe de lo que pasa afuera. Que cuente los autos amarillos, los con forma de tirabuzón y los que tienen patentes que empiezan con la letra jota.
Por el contrario, si es tu corazón el que pretende guiar los movimientos, dale la oportunidad. Abrile paso. Mordelo hasta exprimir la última gota (sin culpa: el corazón es un órgano que se regenera). Entonces permitile a tus manos (ahora liberadas de los ojos, las orejas y las bocas) que sigan el recorrido de los surcos, de las cicatrices en tu cara, de las rasgaduras en tus ropas, de los pliegues de tu panza y de las nervaduras de tus hojas, de los recuerdos de tus zapatos y de las grietas de la madera de tus muebles.
Después,
volvé a enroscarte la cabeza,
abrí bien los ojos,
saboreá los resultados
y disfrutá.
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