De poetas y editores (por Sebastián Olaso)
El escritor escribe para un lector ideal, abstracto, no verificable, que casi siempre coincide con sus pares, sus amigos o su generación. Y eso no siempre indica que, efectivamente, el lector resultante sea ése. Marosa Di Giorgio escribía para las mujeres de su entorno, y su poesía trascendió todo: el género, el entorno, el espacio, el tiempo.
La pregunta acerca de quién es el potencial lector es una pregunta de editor, que necesita identificar a su cliente para dirigir la publicidad de manera adecuada. El artista no puede ni debe condicionarse por ese planteo. Debe hacer su obra de acuerdo con sus inquietudes y su talento. Cuando la obra sale a la calle, se sabrá a quién le llega.
La tarea de quien escribe es escribir, acercarse cada vez más a un ideal propio, y difundirse. La diferencia entre pararse en la calle a leer lo que uno escribió y presentarle una carpeta a una editorial es sutil. Siempre se tratará de una persona tratando de difundir sus escritos. Y pretender que la única difusión válida sea la de tener el pulgar en alto de una editorial (independiente o no), es un modo institucional de ejercer un poder. Algunos preferimos dejar abierto el camino a otras alternativas. Pretender llegar a la edición sin haberse mostrado es más complicado que llegar virgen al matrimonio. Sobre todo en poesía. Si los poetas no se autoeditaran, la poesía desaparecería del mundo. Quien vaya a cualquier editorial y muestre un libro de poesía inédito de un autor inédito, se va a dar la cabeza contra la pared. No se lo van a publicar aunque sea sublime. El mundo editorial, desde hace ya varias décadas, está atado al mercado. Y esto ni siquiera es un problema argentino. Si los cálculos no cierran, no se edita. Y no hay más vueltas. ¿Y cómo hace un poeta para que los cálculos de los editores cierren? Crea una plataforma previa le permita medir el talento y encauzar la formación: muestra lo que escribe por diferentes medios (lecturas públicas, blogs, páginas webs literarias, revistas, talleres, concursos, antologías, libros autoeditados) . Los escritores que surgieron en los sesenta en latinoamérica, casi sin excepción, pasaron antes por revistas literarias que fueron creadas por escritores inéditos que buscaban difusión. Y las revistas sólo se diferenciaban de los libros en la cantidad de autores participantes y la periodicidad, pero el espíritu era el mismo que el de CRUZAGRAMAS hoy: Difundirnos nosotros mismos. Porque los editores están haciendo números y nosotros no somos empresarios, sino escritores.
Si el mundo editorial fuera un reflejo de lo que sucede en la literatura, quizá sería poco serio autoeditarse. Sólo quedarían afuera los que no califican, y su falta de apoyo editorial sería una invitación a continuar formándose antes de pasar a la edición. En ese caso, autoeditarse equivaldría a ser necio o exhibicionista. Pero estamos en un mundo donde no podemos ni siquiera trazar un bosquejo de la realidad poética aunque recorriésemos todas las librerías. En la mayoría de las librerías de Buenos Aires (que es, probablemente, la tercera ciudad en importancia en el mundo editorial de habla hispana, detrás de Barcelona y México), buscar poesía equivale a tirarse en el piso y revolver en el último estante, para encontrar unos pocos títulos con los mismos poemas (casi siempre rimados) que aprendimos en la escuela. Y casi nada más. La sonrisa nerviosa de los vendedores nos avisa que no hay otros títulos en stock. Si queremos leer a Artaud, a Breton, a Cendrars, a Szymborska, a Huidobro, a Orozco, a Bellesi, a Vinderman, o a cualquier poeta que haya nacido después de los años 50, tenemos que recurrir a internet o a fotocopias. Por fortuna, si nos ceñimos a los poetas nacidos después de los 50 nada más, tenemos la posibilidad de echar mano de los libros autoeditados. Si no fuera por eso, continuaríamos escribiendo como los modernistas, creyendo que la poesía es el juego milenario de hacer que los versos rimen a cualquier precio. Y andaríamos por la calle diciendo (como dicen algunos) que en Argentina no se escribe poesía. Desde que se murió Girondo, nadie más se sentó a escribir... Y si cambiáramos a Girondo por Sabines, por Neruda, por Vallejo o por Aleixandre, tendríamos los calcos mexicano, chileno, peruano y español de lo mismo.
Es por eso que las nuevas generaciones estamos detrás de otras alternativas. Alternativas de crecimiento, de difusión, de intercambio. Alternativas que incluyen la autoedición, los talleres, la presencia en Internet, el encuentro con escritores en formación, el encuentro con lectores ávidos. Y aunque no sea tan notorio a simple vista, estamos creando un nuevo paradigma.
La pregunta acerca de quién es el potencial lector es una pregunta de editor, que necesita identificar a su cliente para dirigir la publicidad de manera adecuada. El artista no puede ni debe condicionarse por ese planteo. Debe hacer su obra de acuerdo con sus inquietudes y su talento. Cuando la obra sale a la calle, se sabrá a quién le llega.
La tarea de quien escribe es escribir, acercarse cada vez más a un ideal propio, y difundirse. La diferencia entre pararse en la calle a leer lo que uno escribió y presentarle una carpeta a una editorial es sutil. Siempre se tratará de una persona tratando de difundir sus escritos. Y pretender que la única difusión válida sea la de tener el pulgar en alto de una editorial (independiente o no), es un modo institucional de ejercer un poder. Algunos preferimos dejar abierto el camino a otras alternativas. Pretender llegar a la edición sin haberse mostrado es más complicado que llegar virgen al matrimonio. Sobre todo en poesía. Si los poetas no se autoeditaran, la poesía desaparecería del mundo. Quien vaya a cualquier editorial y muestre un libro de poesía inédito de un autor inédito, se va a dar la cabeza contra la pared. No se lo van a publicar aunque sea sublime. El mundo editorial, desde hace ya varias décadas, está atado al mercado. Y esto ni siquiera es un problema argentino. Si los cálculos no cierran, no se edita. Y no hay más vueltas. ¿Y cómo hace un poeta para que los cálculos de los editores cierren? Crea una plataforma previa le permita medir el talento y encauzar la formación: muestra lo que escribe por diferentes medios (lecturas públicas, blogs, páginas webs literarias, revistas, talleres, concursos, antologías, libros autoeditados) . Los escritores que surgieron en los sesenta en latinoamérica, casi sin excepción, pasaron antes por revistas literarias que fueron creadas por escritores inéditos que buscaban difusión. Y las revistas sólo se diferenciaban de los libros en la cantidad de autores participantes y la periodicidad, pero el espíritu era el mismo que el de CRUZAGRAMAS hoy: Difundirnos nosotros mismos. Porque los editores están haciendo números y nosotros no somos empresarios, sino escritores.
Si el mundo editorial fuera un reflejo de lo que sucede en la literatura, quizá sería poco serio autoeditarse. Sólo quedarían afuera los que no califican, y su falta de apoyo editorial sería una invitación a continuar formándose antes de pasar a la edición. En ese caso, autoeditarse equivaldría a ser necio o exhibicionista. Pero estamos en un mundo donde no podemos ni siquiera trazar un bosquejo de la realidad poética aunque recorriésemos todas las librerías. En la mayoría de las librerías de Buenos Aires (que es, probablemente, la tercera ciudad en importancia en el mundo editorial de habla hispana, detrás de Barcelona y México), buscar poesía equivale a tirarse en el piso y revolver en el último estante, para encontrar unos pocos títulos con los mismos poemas (casi siempre rimados) que aprendimos en la escuela. Y casi nada más. La sonrisa nerviosa de los vendedores nos avisa que no hay otros títulos en stock. Si queremos leer a Artaud, a Breton, a Cendrars, a Szymborska, a Huidobro, a Orozco, a Bellesi, a Vinderman, o a cualquier poeta que haya nacido después de los años 50, tenemos que recurrir a internet o a fotocopias. Por fortuna, si nos ceñimos a los poetas nacidos después de los 50 nada más, tenemos la posibilidad de echar mano de los libros autoeditados. Si no fuera por eso, continuaríamos escribiendo como los modernistas, creyendo que la poesía es el juego milenario de hacer que los versos rimen a cualquier precio. Y andaríamos por la calle diciendo (como dicen algunos) que en Argentina no se escribe poesía. Desde que se murió Girondo, nadie más se sentó a escribir... Y si cambiáramos a Girondo por Sabines, por Neruda, por Vallejo o por Aleixandre, tendríamos los calcos mexicano, chileno, peruano y español de lo mismo.
Es por eso que las nuevas generaciones estamos detrás de otras alternativas. Alternativas de crecimiento, de difusión, de intercambio. Alternativas que incluyen la autoedición, los talleres, la presencia en Internet, el encuentro con escritores en formación, el encuentro con lectores ávidos. Y aunque no sea tan notorio a simple vista, estamos creando un nuevo paradigma.
Comentarios
Te dejo un abrazo.
Máximo.
que bueno estar tan identificada y acompañada.
seguiré este camino que elegí en la escritura, mientras tenga la identificación con este brillante grupo de escritores.
y espero sea infinito.
abrazo
pero el artículo es del grán Sebastián Olaso!
me acabo de dar cuenta!!
es que sólo lei Sebastián y encaré la lectura.
entonces será gracias Zaiper y gracias Olaso!!!
igual casi que todos los que coordinan cruzagramas piensan lo mismo, no?
saludoooossss
carpe diem,amicitiae
Es muy cierto lo que decís y también, muy claro y directo. No sólo nos acercás más Poesía sino que la defendés con solidez. Si le agrego a esto las indirectas sistemáticas de Sebas para que nos armemos nuestro blog...creo que no tengo otra alternativa; empezaré el 2009 con uno.
¡Me convenciste!
En cuanto a Internet, todo el mundo escribe cualquier cosa. La pluralidad para lo que debe ser plural. La poesía plural?
Vamos, nunca lo fue, nunca lo será. Como la pintura. Y el que piense lo contrario es a-histórico.
en argentina se publican anualmente cerca de 20.000 libros. La grán mayoría de las publicaciones poético-literarias (poesía y narrativa en general) es realizada por editoriales pequeñas o en ediciones de autor. Muy pocas obras superan las tiradas de más de 1000 ejemplares. Esto significa que a las editoriales no les interesa demasiado. Es más fácil editar "lo que se vende" y eso no debería importarnos. Son dos negocios diferentes. A los escritores nos interesa difundir nuestra obra.
Decir que sólo en Las Heras y Pueyrredon, hay una única librería en donde se puede encontrar poesía, es lo mismo que decir que la poesía no está en la agenda de las editoriales ni en la de las librerías.
Particularemente creo que internet actualmente es el equivalente al fanzine del siglo pasado, con la gran diferencia (ventaja) de que la tirada es ilimitada, ecológica y a demanda...
Hay excelente material literario en internet. Sólo es cuestión de buscarlo... desde cualquier PC, en cualquier ciudad del mundo.
No entremos en el juego de poder de las editoriales
Oscar Zambrano
Gracias.
Simplemente Chapeau. Me sacó el sombrero con tu elocuancia de palabras para defender esta causa que, aunque parezca perdida, por gente como vos , como Sebas, como nosotros que estamos empezando a querer transitar este camino,no lo está.
Porque desgraciadamente el mundo dista mucho de ser ideal, incluso en las letras, pero todavía quedamos idealistas, o mejor dicho, niños grandes conbencidos de que las cosas pueden ser de otra forma
Muchos saludos
Lo leía y te veía a vos, como si estuviera charlando con un amigo (o con un compañero de grupo literario) :-)
Porque es la diversidad de opciones, y la búsqueda del propio deseo, y el desafío ante los propios límites lo que hace que el objetivo adquiera forma de gran angular y uno pueda elegir como comunicar al mundo su obra y esto, está totalmente relacionado con la libertad de expresión.
Algunos caminos hacia la publicación son más simples, otros no tanto y otros más o menos complicados.
Que nada nos inhiba la elección de uno de ellos...
Me encanta pasear por las librerías y apreciar el trabajo de todas las editoriales, porque muchas hacen cosas realmente buenas, y a mi me gustaría en cierta forma estar allí, pero también puedo apreciar otras muchas múltiples formas de alternativas de difusión de la literatura, y es exactamente ahí en donde radica la magia de la diversidad de opciónes.
Y también me gusta estar ahí.
En una antología en colaboración, en una degustación, en una muestra mural, en una revista virtual de literatura, en un ejercicio de taller, en un blog, en Cruzagramas y en La luna...
En lo personal, pienso que todo vale, mientras sea realizado con respeto, dignidad y amor al arte.
Un abrazo!
está mirando donde va a llegar nuestra obra,pero deseamos sea al
lugar exacto donde queremos que ella llegue,creo que cada uno de
nosotros tiene un ángel dictador,será que las ilusiones mias son
muy grandes,pero tengo fé y todos sentimos de una u otra manera por
algo lo hacemos,lo importante creo es sentir solo sentir
verdaderamente.
un cálido cariño.
antovazquez.