Los indios de Colón (por Sebastián "El Zaiper" Barrasa)




En los tiempos de mi escuela primaria, el doce de octubre era una fiesta. Todo el mes de octubre era el mes de la raza y de Colón.
En la clase de plástica dibujábamos tres hermosas Carabelas que traían a los europeos al nuevo mundo. Los indios estaban en la costa, semidesnudos y con las manos llenas de regalos. A mi me salía decir calaveras, como la de las banderas de los piratas. Qué paradoja.
En actividades prácticas armábamos los disfraces que íbamos a usar en el acto del día de la raza.
Lo que me acuerdo de aquellos tiempos es que Colón había inventado América, y que la reina católica le había prestado el dinero para su tan gloriosa gesta, luego de un curioso incidente entre Colón y un huevo. Recuerdo también que una maestra nos hizo leer un texto que terminaba diciendo "Se llevaron todo pero nos dejaron las palabras". Y yo me preguntaba como carajo se comunicaban los indios antes de ser descubiertos. Indios que, por cierto, no eran indios, porque no vivían en la India. Una graciosa confusión producto de un error de cálculos de don Cristóbal. Los indios verdaderos, que desde entonces se llaman hindúes, agradecidos.
El que sí estaba en el carajo fue un tal Rodrigo de Triana con su grito más célebre: "Tierra a la vista". Una vez me toco actuar de Triana. Esa misma vez, un compañero de apellido Mamani, pidió hacer del cura que viajaba en la expedición. Él era monaguillo y tenía el traje y la actitud. La maestra le dijo que no y lo puso a hacer de indio. Mamani era peruano y de marcados rasgos Incas. Ese día aprendí algunas cosas importantes: La primera fue a partir de la excusa que dio la maestra para que Mamani no hiciese de cura: en la expedición de 1492 no viajaban sacerdotes. Para qué llevarlos si iban a la India.
Lo segundo que aprendí fue un significado. Algo, a lo que un tiempo después pude aproximarle la palabra discriminación, aunque también la calzaría bien la palabra absurdo, hipocresía o hijaputés.
De todas maneras a mi me gustaba más hacer de indio. Los indios hacían ruido y tenían más colores. Y además, los indios de acá no eran tan malos como los que vivían en las películas americanas de Estados Unidos. Esos sí que eran jodidos y atacaban las caravanas y mataban a los colonos inocentes. En cambio los indios de Buenos Aires (porque nadie aclaró que no entraron por el río de la plata), estos sí que eran buenos. Esperaban ansiosos a los europeos para llenarlos de oro y joyas y papagayos y chocolate.
A mí, la palabra raza siempre me resonó a otro "descubrimiento" europeo: la raza aria. El slogan de una cinematográfica guerra que ocurrió en un año parecido, que no era mil cuatro noventa y pico, sino mil nueve cuarenta y pico. Una guerra en la que triunfaron los americanos que ya no tenían plumas porque se habían acabado los papagayos y los indios.
Hoy escuchaba por la televisión a una conductora hablar de los festejos del día de la raza. Parece ser que a ella no le dejaron las palabras. Ella no sabe que las muertes no se festejan.
  

publicado originalmente en
http://dialectivos.blogspot.com/2009/10/los-indios-de-colon.html





Comentarios

Nolberto M. dijo…
Muy certero, Seba. Desde el humor se pueden decir todas las verdades.
Jorge dijo…
es una breve construcción poética de nuestra formación historica. inocente, ácida y esclarecedora. Me gusta mucho el lugar donde se ubica el narrador. muy bueno.
Teresita Morán dijo…
Muy acertado tu texto Sebastián. Nuestros pueblos originarios siguen languideciendo perseguidos, discriminados, fuera de sus tierras ante la desidia y la impiedad de esta cultura que los de las carabelas impusieron en Abya Yala, llamada por ellos América.La paradoja de la que hablas es la cruel metáfora que comenzó a pergeñarse en 1492 y que aún no terminó de perfeccionarse. Aunque sea con nuestra palabra hagamos algo para revertir, si todavía es posible, esta realidad. Un abrazo,

Teresita Morán,
Centro de Estudios Rankelinos de Villa Mercedes (San Luis).
Daydreaming dijo…
Excelente Zaiper!
Ojala en las escuelas contaran esta version y no la edulcorada que tuvimos que escuchar nosotros.
Anónimo dijo…
En el principio América no era América, pero algún otro nombre tendría. Habitada por seres pacíficos de probada bondad, nunca conocieron las armas ni la violencia, ni empezaron guerra alguna, ni contemplaron las conquistas de sus florecientes imperios. Jamás forzaron una religión a otros pueblos ni sacrificaron una vida humana a sus dioses. Construyeron grandiosas maravillas arquitectónicas, siempre bajo el modelo de suscripción popular y participación desinteresada en el acarreo de piedra. Era, en definitiva, un edén muy al Oeste del mundo podrido de cuantas civilizaciones humanas han existido. Poco importaba que fueran humanos, su separación del resto de pueblos indoeuropeos los hacía puros, casi divinos.

Fue extraño perderlos. Fue rarísimo que siguieran la senda de sirios, persas, egipcios, griegos y romanos. Ellos eran distintos ¿por qué iba a ocurrir nada parecido a aquello que llena los libros de historia? Ellos eran inocentes, angelicales, celestiales, más espirituales que los calzoncillos del Dalai Lama. Los egipcios, al fin y al cabo, cayeron bajo un hierro similar al que les sostuvo durante siglos, pero nuestros pre-americanos... ellos nunca hubieran conquistado a nadie, aunque hubieran podido. Habrían dedicado sus fuerzas y sus riquezas a hacernos más sabios y darnos de comer a todos; a establecer un sistema político perfecto que terminase con el sufrimiento; a curar todas las heridas del cuerpo y del alma.

O quizá no. Quizás ahora estuviera escribiendo esto en otra lengua, bajo la atenta mirada de un pasado igual de oscuro y violento. Y quizás mi mundo siguiera siendo imperfecto y lleno de injusticias, opresiones y conquistas. Pero eso sí, yo seguiría hablando de los horrores del pasado, porque nadie puede cambiarlo, porque yo no estuve allí y, sobre todo, porque así no tendría que hablar del presente, y de todo lo que yo he dejado de hacer para que los pueblos se sigan sucediendo en el papel de amos del mundo.
Anónimo dijo…
Para mí no fue una conquista, sino una invasión y un despojo. Destruyeron y saquearon civilizaciones que, como la Azteca y la Maya, y la Incaica inclusive, tenían un grado de adelanto impresionante. Los motivaba el saqueo del oro y la plata, y en general, consideraron a los habitantes originarios de toda América (e incluyo a América del norte) como no humanos. Su actitud fue de dominación y exterminio.

Celina Vautier
Anónimo dijo…
Para mi, a través de la invasión, el saqueo y el despojo, se logró la conquista. Se enriquecieron las cortes europeas con la acumulación del oro y la plata, que luego despilfarraron en suntuosidades.
Según cuenta la historia, las civilizaciones originarias tenían su propio sistema social y politico. Y como cualquier sociedad de aquella época, el pueblo se subordinaba a la autoridad del emperador. El pueblo tributaba a los poderosos. Sobre todo en aquellas sociedades más avanzadas como los Mayas y los Aztecas. Por ejemplo el agricultor entregaba lo producido, a cambio de ocupar un espacio para su subsistencia. Con severas sanciones si no cumplía, como el corte del agua para los cultivos.
También ejercieron la violencia, con los instrumentos que disponían, y sacrificaban vidas humanas para sus dioses.
Y también conquistaban a pueblos más indefensos que ellos...
Pero no pudieron luchar contra los de ultramar; lamentablemente eran más poderosos y poseían armas de fuego.
Leibi n dijo…
¡Ja, ja, ja! Qué confuso el Descubrimiento para los niños antes de que aparecieran tantos vídeos. Por mi parte, recuerdo mi gran desilución al comprobar la veleidad del Gran Almirante, pues cada vez que descubrió una de las Antillas (Cuba, la Hispaniola, Jamaica...) dijo que era la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto ¡Hombre al fin! Se lo decía a todas.
mabel dijo…
Maravilloso poder de síntesis para contarnos una parte de la historia!!!!
Federico Sanchez Zinny dijo…
ZAIPER!

por eso te elegí como MAESTRO...

muy bien 10 felicitado!

abrazo
FMSZ