Te deseamos lo mejor, Caperucita (por Sebastián Olaso)
(sobre la inducción y la tensión narrativa)
El lector no esperará que Caperucita se entretenga correteando por ahí. Pero ella se entretiene: es aquí donde empieza la tensión.
- ¿Te habías sentado a leer el cuento de una nena cazando mariposas?
No. La nena tenía que visitar a su abuela.
Y encima, después aparece el lobo feroz. Ya fuiste inducido a ver a Caperucita como una nena frágil y adorable y al lobo como un animal fuerte y aborrecible. A vos el lobo no te sirve para nada. Pero Caperucita opina otra cosa, y se pone a charlar con él. Y aquí tenemos la segunda ruptura.
Y así sigue: Cuando el lobo le indica el camino más largo para llegar a la casa de su abuela, esperás que Caperucita se dé cuenta, o que vuelva a su casa, o que al lobo le pase algo en el camino… pero no sucede nada de esto (tercera ruptura), y el lobo llega antes que Caperucita (vamos por la número cuatro). Entonces, cuando el lobo golpea a la puerta, esperás que la abuela no le abra… pero le abre (cinco…). Y entonces, esperás que ella se las arregle para no ser su víctima. Pero no puede arreglárselas (¡seis!).
Y vos, como sabés que Caperucita está en camino, esperás que el lobo se vaya antes, o que ella se pierda y no llegue nunca… Pero el lobo se ha disfrazado de la abuela, y después, sólo después de eso, Caperucita llega con la séptima ruptura. Y eso, en definitiva, era lo que habías sido inducido a esperar al inicio del cuento.
–¿Querías que Caperucita llegara a la casa de la abuela, no? Bien, aquí llegó.
- Pero… señor escritor… ¿Justo ahora? Ahora ya no quiero que llegue.
– Demasiado tarde. Y no me interrumpas más. “Entonces Caperucita se acercó al lobo y le dijo: ¡Que orejas tan grandes que tienes, abuelita!”
Octava ruptura en la tensión… O, lo que es lo mismo, octavo efecto narrativo (al menos, en esta versión simplificada del cuento).
Todos estos efectos fueron posibles gracias al trabajo de la inducción. Con el fraude a las expectativas superficiales del lector, que son las que provienen de la inducción, el autor colma sus expectativas profundas: la existencia de una tensión que le permita continuar con la lectura.
El lector necesita que se mantenga el conflicto para seguir leyendo, y necesita que el autor le indique qué esperar... para ser defraudado. El autor atrapa al lector cuando lo defrauda, y lo defrauda cuando lo consiente.
Artículo: Sebastián Olaso
Ilustracion: Fernando Linares
Sebastián Olaso es escritor y docente
publicó:
- “El segundo cuento de la historia de la humanidad”,libro de cuentos en colaboración (Cangrejal Ediciones), 1993
- “Control sobre mis ojos”, poesía (Yaguarón Ediciones), 2006
- participó también en la antología "Animales distintos", (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 2008)
- Tiranía del desborde (Editorial Vinciguerra), 2009
- Participó en la obra colectiva "Amores Humores Horrores" (Ediciones Artilugios), 2010
Desde el año 2004 coordina talleres literarios.
En 2007 se sumó al grupo cruzagramas
y colabora con la revista virtual del grupo.
Durante 2008 y 2009 coordinó el taller de narrativa
y el taller de análisis literario de cruzagramas
Si querés leer textos de este gran escritor, entrá a su blog
http://sebastianolaso.blogspot.com/
Comentarios
Muy buena explicación de cómo crear tensión y el juego entre letor- autor. Saludos desde Neuquén
Beatriz
saludos desde Esquel
Es cierto, no queremos que le pase nada a la pobre Capeucita pero, ¡que lindo es verla ir a la casa de la abuelita sabiendo que el lobo la está esperando! :-)
Gran texto, acompañdo por una muy buena ilustración de Fernando Linares.
Yo agregaría que son textos que nacieron para ser contados oralmente. Que el autor usa determinados artificios para alargar la historia.
Por ejemplo en Blanca Nieves de Los hermanos Grimm, la bruja puede matarla varias veces, pero no lo hace, cada uno de los enanitos dice: ¿quien comió en mi platito?; ¿Quien corto con mi cuchillo? etc. ¡Y eran siete! indudablemente que esta marcando un largo cuento donde el final llega cuando el autor cierra la secuencia.
Un abrazo
Un saludo afectuoso.
Arlet